Introducción al Fósforo: Un Mineral Esencial
(Fósforo (P))
El fósforo, un macromineral fundamental, es el segundo más abundante en el cuerpo humano, constituyendo aproximadamente el 1% del peso corporal total. Su presencia es ubicua en todas las células, desempeñando roles esenciales tanto estructurales como metabólicos. La mayor concentración de fósforo, cerca del 85%, se localiza en los huesos y dientes, donde forma la hidroxiapatita, una sal de fosfato de calcio que confiere rigidez al esqueleto y la dentición.[1]
Este mineral es indispensable para la producción y el almacenamiento de energía celular, siendo un componente clave del adenosintrifosfato (ATP). La hidrólisis del ATP libera la energía necesaria para procesos vitales como la contracción muscular y una miríada de reacciones bioquímicas. Además, el fósforo es un elemento estructural primordial del ADN y el ARN, las moléculas que portan la información genética, y forma parte integral de los fosfolípidos, que son componentes esenciales de las membranas celulares, protegiendo y aislando las células y sus orgánulos.[1]
La relevancia del fósforo se extiende a funciones críticas como la regulación del equilibrio ácido-base (pH) del organismo, actuando como uno de los amortiguadores más importantes. También es crucial para el funcionamiento renal, donde interviene en la filtración de residuos, y para el rendimiento celular general, facilitando la conducción nerviosa y la contracción muscular. Su equilibrio es vital para la salud ósea, la función renal y el mantenimiento de un ritmo cardíaco regular, lo que subraya su influencia integral en el bienestar general del organismo.[1]
Es fundamental distinguir entre las formas de fósforo presentes en los alimentos y suplementos. El fósforo orgánico se encuentra de forma natural en alimentos ricos en proteínas, tanto de origen animal (carnes, aves, pescados, lácteos y huevos) como vegetal (legumbres, semillas y frutos secos). El fósforo orgánico de origen animal es generalmente bien asimilado, con una biodisponibilidad que oscila entre el 40% y el 80%. Sin embargo, el fósforo de origen vegetal se almacena en forma de ácido fítico o fitato, cuya biodisponibilidad es baja (menos del 50%) debido a la ausencia de la enzima fitasa en el ser humano, necesaria para su absorción.[4]
Por otro lado, el fósforo inorgánico se añade comúnmente como aditivo en forma de conservantes en una amplia variedad de alimentos procesados, como embutidos, chocolates, panes empaquetados, refrescos y aderezos. Este tipo de fósforo inorgánico no está unido a proteínas y se disocia y absorbe con una eficiencia mucho mayor en el tracto intestinal, alcanzando una biodisponibilidad del 90% al 100%.[4] El incremento significativo en la ingesta de fósforo en la población general, atribuido en gran parte a estos aditivos alimentarios, plantea un riesgo considerable de carga excesiva de fósforo, especialmente en individuos con función renal comprometida, donde el exceso puede acumularse y ser perjudicial.[4]